¿Cómo suena la voz de tu intuición? Te cuento como se escucha la mía.
Días Dulces en Tepoztlán. Memorias de 'Mi Viaje de Monje' | solo-trip 2022
Después de haber fluido y entrado en contacto con el arte en San Miguel de Allende, de haber empezado a publicar parte de mis experiencias en Tequis, de haber dejado atrás mi necesidad de ser productiva y profundizar en mi práctica de meditación en Guatemala, disfrutado y abrazado mi soledad en San Cristóbal, de haber completado la formación en Kundalini Body Work y experimentado que otras realidades sí son posibles en Tulum…llegó el paso a sentir el arraigo de las montañas de Tepoztlán; un pueblito mágico ubicado a 90 kilómetros al sur de la Ciudad de México.
Junio, 2022
Tepoz fue el comienzo de un periodo de asentamiento que duraría meses después de haber movido y removido a la Julia ‘empolvada’ de Ámsterdam.
Mi estancia allí comenzó con un ayuno + detox de nueve días que me ayudó a alcanzar otros niveles de sensibilidad. Haciéndome aún más consciente ya no sólo de sensaciones corporales, si no de mi cháchara mental incansable y muchas veces, reactiva. Descubrí nuevas voces internas cuya naturaleza era simplemente la queja. Después de ese ayuno, me mudé a Casita Colibrí, una casa compartida con jardín en el centro del pueblo. Aquel se convertiría en mi hogar durante las siguientes semanas.
Mi ansia por conocer gente y generar una red de contactos mientras viajaba se había calmado considerablemente, después del ‘loco’ Tulum, volvía a querer tiempo a solas. En Tepoz, Julito y Ángel fueron mis dos únicas conexiones. Ángel trabajaba con cacao en el mercado, pronto nos hicimos amigos y me llevó de ruta a las montañas a hacer ofrendas y altares.
Por otro lado, Julito se convirtió en hermano casi al instante de conocernos, un chef vegano buscando cómo traer su proyecto -Pak’al Superfoods- a tierra. Las conversaciones con él sobre espiritualidad, religión, autoconocimiento, energía, manifestación y me atrevería a decir metafísica, se convirtieron en parte de mis rutinas diarias mientras viví en Tepoz.
En Tepoztlán, advertí que los captions de Instagram no eran suficiente para contar mi historia así que, en aquel junio de 2022, empecé escribir artículos más largos. Fue entre sus montañas, donde mis primeros textos, ahora publicados en Substack, vieron la luz: ¿Intuición? Intuición, Bajarse un ratito del mundo y Mi viaje de monje. También comencé a diseñar mi página web: seleccioné fotos, escribí el mensaje del home page e inicié la sección del blog.
Pero había una resistencia que me impedía publicar. Me sentía frustrada porque mentalmente me repetía que ya era hora de compartir mi mensaje pero pronto advertí que esa resistencia no era algo que tuviese que superar, estaba ahí sólo para ser escuchada: no era el momento de que mis palabras viesen la luz, primero necesitaba integrar las experiencias y lecciones que estaba viviendo.
Aún me quedaba camino por recorrer y a la vida le apetecía seguir jugando conmigo.
Un proyecto que parecía alineado llamó a mi puerta durante aquellos días. Un proyecto que habría cambiado completamente la vida que ahora vivo: abrir un café. Surgió la oportunidad de asociarme con Julito para desarrollar su línea de negocio de Pak’al Superfoods, una propuesta acelerada porque había un local - un muy buen local- disponible en la Avenida Revolución. Debíamos entrar en tres semanas si no queríamos perderlo.
Me dejé llevar.
«¿Por qué no?» Me decía.
Ya tenía claro que no iba a volver a la vida de antes (al menos en el corto-medio plazo) y sabía que quería crear algo que se sintiese como propio, también me apetecía vivir una vida de pueblo y/o naturaleza. Parecía que abrir ese café se presentaba como un regalo, como una oportunidad que debía aprovechar.
Así que me puse manos a la obra: análisis de mercado, predicciones de coste/beneficio, líneas de productos para vender en tiendas, packaging, labels...
Tengo mucha energía para hacer que las cosas pasen y me enfrasqué en el proyecto del café como si de otro proyecto de investigación se tratase; estaba dispuesta a hacerlo una realidad.
Pero había urgencia, la fecha de entrada al local ponía demasiada presión. Y las dudas comenzaron a surgir: ¿quería comprometerme con un proyecto tan a largo plazo? ¿estaba preparada para mudarme a Tepoztlán? ¿estaba dispuesta a perder esa flexibilidad geográfica que tanto había deseado durante mis años universitarios y durante los años de trabajo constante en Holanda? y…¿qué pasaría entonces con mi proyecto personal? En aquel momento, mi mensaje, mi página web, mis textos…eran solo ilusiones intangibles, aún sin forma pero ya estaban llamando a mi puerta y era algo tan personal, que solo yo -Julia- podría hacerlo ocurrir.
Proyectos como los del café me confundían porque no sabía distinguir si realmente eran oportunidades alineadas y ‘meant to be’ o tests que debía dejar pasar para reafirmarme en otras cosas que quería.
Entre todo ese barullo mental y físico, aprecié otra voz, otros pensamientos más sutiles, tranquilos, que me susurraban que era el momento de volver a Europa porque necesitaba integrar lo vivido en esos cinco meses de viaje. Pensar en Europa, en hogar, en lo conocido, me traía paz, relajación y un sentimiento de bienestar. Mi mente se oponía: decía que debía seguir viajando, explorando, que ya que había dado el salto de dejar todo, tenía que aprovecharlo y continuar.
Me sentí confusa por unas semanas, viviendo un debate interno. Y finalmente, opté por elegir lo que me traía paz aunque de puertas para fuera pudiese considerarse un fracaso: volver. En ese momento, lo que quería era regresar a la comodidad de mi zona de confort. No era el momento de seguir viviendo hacia fuera y en expansión. Necesitaba recalibrar lo vivido y dejar que se asentase. La solución no era seguir moviéndome. Debía permanecer en la incomodidad de no saber cómo iba a ganarme la vida a partir de entonces.
Después de tomar una decisión, hablé con Julito para salirme del proyecto del café. Comencé a planear mi salida de México y mi vuelta a Europa, con todo lo que eso conllevaba.
Hay momentos en los que debemos volver a nuestra ‘guarida’, a lo conocido aunque eso suponga dejar pasar lo que parecen oportunidades.
No todo lo que brilla y llega a nuestro campo, es para nosotros.
Pudiese parecer que debido a este dilema interno, no disfruté Tepoztlán. En realidad, fue todo lo contrario: Tepoztlán fue calma, medicina - cacao, ofrendas y temazcal - paseos por sus calles empedradas, cafés en la Sombra del Sabino, ir a mercados orgánicos, vivir (en parte) del trueque, asistir a los workshops del libro Un Curso de Milagros y disfrutar los atardeceres en el bosque mágico de Amatlán de Quetzalcóatl.
En Tepoz, llegué a un nuevo nivel en el que aprendí a entenderme más y a escuchar aún más a esa voz interna que solemos llamar intuición, a seguir sus pistas, sus señales aunque en ese momento, no tuviesen demasiado sentido.
No me dejé llevar por lo que llegaba a mi vida por mucho que me atrajese, en Tepoz, elegí por y para mí.
En el artículo de la semana que viene os compartiré observaciones más concretas acerca de cómo distinguir la voz de nuestra intuición. Mientras tanto…cuéntame, ¿cómo sientes a la tuya?
Con amor,
Julia
Ayer tuvimos la primera sesión del curso de Substack. Gracias, gracias, gracias. Por vuestra motivación y por apreciar tanto el contenido y las ganas con las que está preparado. El próximo sábado 9 de marzo arrancamos con el módulo 2 acerca de cómo crecer tu audiencia y de las opciones disponibles para diseñar tu contenido de pago. Si queréis uniros, todavía podéis hacerlo aquí
Julia, me gusta este ejercicio que haces de un diario público. Me imagino que a la distancia (literal y temporal) todo adquiere cierto orden, lo que en el momento de los eventos sólo vislumbramos con dudas. Te leo. 💚
Me ha encantado el post, Julia, como siempre! Distinguir la voz de la intuición de todas esas otras voces no es una tarea fácil, requiere de calma y conexión con una misma. A mí me ayuda mucho meditar, cantar, mover el cuerpo, hacer visualizaciones... cualquier cosa que desconecte del barullo mental y deje espacio para esa voz tan preciada y mucho más sutil. Tuviste mucho valor decidiendo volver sin saber qué harías después, de qué trabajarías... Es muy valioso que compartas tus experiencias porque nos anima a los demás a ver que no pasa nada por saltar al vacío, que hay una red, aunque nosotros no la veamos. Un abrazo enorme! 💜 M.