Un “sí” a México y a la vida
Memorias de San Miguel de Allende (solo-trip 2022)
Marzo 2022.
Me quedé en la casa de Jaime y Cheryl, amigos de los padres de Santi.
Él, un artista visual dueño del Café Rama en San Miguel de Allende, con un gusto exquisito (a la par que extravagante) para la decoración de interiores. Ella, diseñadora de joyas, fundadora de la marca Virgins, Saints and Angels, inspirada en la Virgen de Guadalupe.
Su casa, un oasis en el centro de San Miguel.
Me hospedé en el cuarto de su hija ya que estaba disponible en ese momento. Lo primero que me llamó la atención al entrar a la habitación, fueron las jacarandas en flor al otro lado del balcón y su color violeta vibrante. Lo segundo, un póster que la adolescente tenía colgado en la pared - “FREEDOM IS A STATE OF MIND”. No pude contenerme y subir una “story” a instagram que, junto a la foto del poster, dictaba “current mood” porque eso es exactamente lo que yo quería comprobar en ese viaje recién emprendido; constatar que realmente la libertad es un estado mental y somos nosotros los únicos capaces de ponernos barreras o quitárnoslas.
Durante mi estancia en San Miguel, visité varias veces y pasé largas horas en el Café Rama. Jaime me invitó a degustar más de media carta. También me llevó a la Fábrica La Aurora, un centro artístico y cultural de la ciudad. Me invitó a la inauguración de varias galerías de arte, que curiosamente abrían sus puertas durante mi visita. Me mostró su rancho a las afueras y me enseñó parte de sus obras. Jaime fue un anfitrión admirable que me abrió las puertas de su mundo y por lo tanto, expandió el mio.
Por aquel entonces, yo aún seguía muy disciplinada con mi rutina matutina diaria. Meditar, escribir, moverme. Ese día, tocaba yoga. Me levanté temprano para ir a un estudio que un amigo me había recomendado visitar.
Quedaba en lo alto de las colinas de San Miguel, cosa que Google maps no indicó cuándo busqué la ruta la noche anterior. Recuerdo que corrí y subí cientos de escalones para llegar a tiempo. Exhausta y sin aliento. A día de hoy habría tirado la toalla y me habría quedado vagueando en el primer café abierto, sin llegar a la clase. Pero como he mencionado, por aquel entonces mi determinación seguía fuerte y bien enraizada. Qué decir tiene que mereció la pena llegar, por las vistas y por sorpresas inesperadas. Un buen recordatorio para la Julia de estos dias, que vive más permisiva y “comodona”.
Así fue como conocí a Lana Khilkovich, la profesora de yoga ese día. Una chica más joven que yo, de larga cabellera, aunque más tarde descubrí que planeaba raparse al cero unos días más tarde. Ella fue la primera persona que conocí durante este viaje a la que empezaría a llamar “hermana cósmica”. La conexión entre las dos era inevitable y la conversación no podía parar. Lana me propuso ir a tomar un café después de la clase a uno de sus cafés favoritos en el centro de San Miguel, Ki’bok, el cual también se convirtió en una de mis preferencias y recomiendo.
Después, fuimos a su casa. Lana vivía en otra casa del centro, algo más modesta que en la que yo me hospedaba pero igualmente preciosa, con un patio interior lleno de plantas, habitaciones luminosas de enormes ventanales desde los que se accedía a una terraza soleada y se veía la imponente catedral de San Miguel. En aquella terraza mantuvimos una de esas conversaciones que dejan huella. Hablamos de la confianza en la vida, que no deja de ser la confianza que tenemos en nosotras mismas. La importancia de salir de lo establecido y de marcar nuestras propias reglas del juego.
La pequeña Lana era miembro de la Iglesia del Santo Daime, yo no había oído hablar de ella así que me puso al día. Aquel día y aquellas horas en su terraza fueron las únicas que pasamos juntas fisicamente. Desde entonces, nuestros caminos quedaron unidos, compartidos en redes sociales a través de los mensajes de texto de aliento y de apoyo que nos enviamos cuando las dudas surgen. Desde aquel encuentro, yo seguí con mi viaje de exploración y ella se mudó a Perú, primero a las montañas de Sacred Valley, cerca de Cuzco para montar un centro de retiros y luego a la selva en Tarapoto. Lejos nos han llevado nuestros pasos desde aquella conversación profunda en esa terraza al sol y ese café compartido de Ki’bok. Pero seguimos unidas. Un primer paso hacia seguir conociendo a mi “tribu”.
El día que conocí a Lana yo solo pensaba en irme tranquila a un a café después de la clase de yoga. Quería escribir y hacer la inscripción de algunos cursos que quería tomar mientras viajaba. Ese día, como tantos otros, quería mi tiempo a solas. Pero no. Esa visita al estudio de yoga ya empezaba a denotar lo que sería el resto de mi viaje: conexiones y dejarme fluir, lo que significa cambiar los planes del día y observar a ver donde te llevan. Dejarme sorprender
En días posteriores, mi tiempo a solas llegó. Tiempo para perderme. Tomar fotos. Y observar la luz transformándose en cada calle. En uno de esos paseos vespertinos por San Miguel ya pude percibir todo lo que venía y sentí inspiración en cada esquina.
Mi visita a San Miguel se convertiría, de manera imperceptible, en ese “sí” a México. Un sentirme en casa paseando por calles que no había pisado antes. Sí a atardeceres. Sí a fachadas de colores. Sí al color en general. Sí a la Virgen de Guadalupe y a visitar iglesias. Un sí aún más grande a la exploración, a perder el miedo, a la expansión de mi mundo interno y externo.
Decir “sí”, aunque rompiese mis planes del día y un “sí” a dejar que la vida sencillamente, pasase.
Nos leemos en el próximo!
Con Amor,
Julia
Journal prompts
¿Con cuánta frecuencia te permites salir de la rutina y de los planes establecidos?
¿Cómo de abiert@ y predispuest@ estás a los planes inesperados? ¿eres de l@s que pones límites y dices no, o eres de l@s que, en ocaciones, se atreve a decir sí a ver qué hay del otro lado?
Te leo!
Que valiente!! yo pocas me permito abandonar mis planes establecidos!!. Sigue "caminando" , no te desanimes!!
Valiente valiente. Interesantes experiencias. Sin duda, enriquecedoras.