Escribir sobre mi estancia en Guatemala me ha llevado a reflexionar (una vez más) sobre este tema: la libertad. Me gusta experimentar con este concepto abstracto y jugar a definirlo, ya que es uno de mis valores principales.
¿Eres libre? ¿Te consideras libre?
Este post es una invitación a cuestionarse. Cuestionarse para conocerse y, en última instancia, crearse.
Imaginemos…
¿Qué pasaría si la obligación de tener que (ir a) trabajar desapareciese de vuestras vidas? Imaginad que tenéis la oportunidad de una jubilación (muy) anticipada o un tiempo de sabático indefinido. Supongamos que vuestras necesidades y comodidades básicas están cubiertas, dejemos a un lado la cuestión económica por un momento ¿qué haríais entonces? ¿a qué dedicaríais vuestro tiempo? ¿qué os gustaría que hubiese sobre vuestra mesa?.
Podría ocurrir también que amaseis tanto vuestro trabajo actual que quisieseis continuar ahí, pero incluso en ese caso…¿seguiríais haciendo las cosas del mismo modo? u ¿os lo tomaríais de otra manera? Otros horarios, otros clientes, más días libres, menos reuniones, más innovación…
Son preguntas que, a priori, parecen sin fundamento - ¿en qué mundo no tendríamos que trabajar? - pero si dejamos esas obviedades al margen, estas preguntas nos invitan a ir profundo. Nos invitan a reflexionar acerca de nuestros valores - ¿qué es realmente importante para nosotros? - y nuestras prioridades - ¿que queremos conseguir y experimentar en esta vida?.
Realmente, lo que me interesa conocer es cómo cada uno de vosotros transitaría hacia esa nueva forma de vida. Una forma de vida que, en principio, pinta más “libre”.
¿Cómo organizaríais vuestros días? ¿os lanzarías a hacer todo lo que os gusta sin control? o ¿intentaríais mantener ciertas rutinas para mantener un orden? ¿qué hábitos o actividades seguirían presentes?
Hoy he traído a colación este tema porque es una cuestión a la que yo empecé a enfrentarme durante mi “viaje de monje” y en especial durante mi estancia en el Lago Atitlán. Había dejado mi trabajo, había volado 12.000 km y tenía meses en blanco por delante pero seguía sin sentirme libre. Sí, era libre en cuanto a “tener qués”. Ya no eran condiciones externas las que dictaminaban qué hacer, ya no había un trabajo o compromisos sociales a los que responder. Estaba sólo yo. Pero entonces, empecé a encontrarme con otra realidad; la que mi mente creaba. Era mi propia mente la que, esta vez, decidía lo que “está bien” o lo que “está mal” y por lo tanto, lo que debía hacer o no cada día.
Como escribí en uno de mis posts: “yo no me dejaba estar de vacaciones, a pesar de que era mi tiempo oficial de sabático”, mi programación personal en aquel momento era ser productiva, aprovechar el tiempo aunque no fuese a recibir retribución económica a cambio. Al principio, ni siquiera era consciente de que esa creencia estaba tan anclada en mi sistema porque hasta ese momento, y casi sin percibirlo, todo había sido centrarme en el trabajo y en seguir creciendo en esa área de mi vida: fundar mi empresa, ir a conferencias u organizar workshops. Todo por el placer de hacerlo. Y aunque ahora el ámbito profesional estaba ya fuera de la ecuación ese tener que ser productiva, seguía.
En el lago, me enfrentaba a ese “mental chatter” o ruido mental. ¿Qué hacer? ¿quedarme hablando por horas con alguien que acababa de conocer? o ¿hacer lo que yo misma me había impuesto para ese día: seguir con el curso online y terminar el libro de turno? Había conflicto interno y también algo de culpa.
Emprendí mi viaje de monje porque buscaba un cambio de vida, una manera diferente de hacer las cosas, más mía. Aspiraba (y aspiro) a convertirme en la diseñadora de mi vida, mi propia “jefa” y con ello, todo lo que eso implica: decidir.
A veces, preferimos que (casi) todo esté establecido porque es lo fácil, porque no pensamos, solo hacemos las cosas porque tocan. Nos dejamos llevar.
La libertad es un reto. Un reto porque nosotros decidimos pero…¿desde qué lugar estamos decidiendo?
En mi experiencia, resulta fácil adulterar el proceso de toma de decisiones con nuestra propia historia, como en mi caso: yo me seguía obligando a ser productiva porque era lo que consideraba como “bien visto” a pesar de que mi cuerpo pidiese a gritos descanso. Por eso, en Guatemala, eso de “ser libre”, se me complicaba. Lo de tomar decisiones conscientes era un rol que aún me quedaba grande.
No sé si existe la libertad absoluta porque eso es algo que depende de la definición que cada uno quiera darle. Para mí, a día de hoy, la libertad se traduce en tener la capacidad de tomar las decisiones de manera consciente: entendiendo el por qué y sabiendo desde que lugar las estoy tomando. Libertad es elegir querer experimentar paz mental, sean cuales sean las condiciones externas. Libertad es compromiso. Compromiso únicamente con personas, proyectos, emprendimientos o actividades que se sientan alineados: con nuestros valores y con nuestros tiempos. Libertad es la no reacción y el no juicio. Es aprender a aceptar y a recibir. Libertad es quietud. Y no dejar que las segundas voces que hay en mi cabeza me hagan dudar de mi camino.
Y para ti…¿qué significa ser libre?
Me encantará leeros.
Con amor,
Julia
PS: Esta semana no dejo pregunta específica o Journal prompt, creo que ya lancé demasiadas preguntas al aire😅
PS2: Estaré organizando talleres presenciales de escritura o “journaling” para el autoconocimiento durante el mes de Noviembre en Ciudad Real (España). Toda la info aquí: https://forms.gle/cTQeRZuhhLBMhJUv6
Gracias por recordarme observar cómo se siente la libertad cuando me habita. De verdad es libre? ✨
Pienso mucho en este tema últimamente. Estoy en el proceso de crear una vida en donde me sienta lo más libre posible