Incomodidad Imperceptible [segunda parte]
Memorias del Lago Atitlán en Guatemala (solo-trip 2022)
Quizá fuese porque venía recién salidita de mi retiro de silencio. Inmaculada. Sensible. Impoluta. Y en cuestión de 10 minutos en lancha, desembarqué en hora punta en la “Main Street” de San Marcos – una calle más comúnmente conocida como la “Hippie Highway” - un callejón de apenas 5 metros de ancho atestado de cafés, centros de masajes y tiendas: collares, pulseras, piedras y cristales, palo santo, inciensos, productos orgánicos, cacao y energy balls. Así, todo junto y uno detrás de otro.
Y gente, mucha gente transitando de arriba abajo: visitantes, mochileros y curiosos recién llegados en lancha (como yo) mezclándose con la gente “autóctona” más establecida en San Marcos. Lo de autóctona va entre comillas porque, como conté en mi post anterior, el Lago Atitlán y en especial San Marcos, ha ido a atrayendo a personas que buscan formas alternativas de vivir y que son en su gran mayoría extranjeras.
Gente vestida con prendas de algodón o lino, vestidos largos y vaporosos, otros tantos en ropa de fitness cargando sus matts de yoga a la espalda, plumas, brazaletes de metal y piedras. Estereotipos considerados como “hippies” que en San Marcos se hacen realidad.
Algarabía de la buena.
Recorrí los más de 300 metros de la “Hippie Highway” con mi mochila (más bien mochilota) cargada a la espalda sin distraerme demasiado. Solo buscaba alguna tienda en la que comprar una tarjeta sim para mi teléfono, activar internet y contactar por fin a Gin, mi amiga con la que pasaría las siguientes semanas en el lago.
Me topé con ella en el único cajero del pueblo, la abracé con calidez y fuimos a nuestro nuevo airbnb. Me senté. No hizo falta hablar, ella me conoce bien y se hacía un idea de todo lo que me pasaba por la cabeza.
San Marcos era todo lo contrario a mi idílica estancia en el retiro de silencio.
Fuimos a comer a un restaurante vegano delicioso ubicado en la Hippie Highway, el Samsara Garden, al que volví muchísimas veces durante mi estancia. Me encantaba su patio interno y sus cacaos y tes. Lo que vi al entrar me soprendió; una pared llena a rebosar de posters anunciando de todo -hipnoterapia, sueños lúcidos y viajes astrales, crystal soundhealing, lecturas astrológicas - a partir de ese momento definitivamente catalogué a San Marcos como una “Spiritual Pool”. Si bien es cierto que yo quería probar de todo, aquello era demasiado para mi sistema. Quizá no estaba lista para ver la espiritualidad y el “healing” como negocio, así tan de cerca, aunque yo ya proclamase estar en ese “spiritual path”.
Solía tener sentimientos encontrados acerca de estas comunidades holísticas que viven en enclaves tan retirados porque las siento alejadas de los problemas cotidianos, de “la realidad” e incluso de lo mundano. Con el tiempo, empecé a preguntarme… ¿qué es realmente “la realidad”? Cada uno tiene la suya. Y en ese sentido, sí, esas comunidades viven alejadas de la realidad en la que yo me crie: España, Holanda – la vieja Europa en general- en la que tener una mentalidad de trabajo y sacrifico para alcanzar el “éxito” impera sobre otras creencias. Al menos, esa era mi experiencia. Yo ya estaba lista para transformar esas creencias pero necesitaba pasar por un proceso de transición. Por muchas actividades holísticas que llevase practicando en Ámsterdam en los últimos años – baile, meditación, yoga, breathwork, Reiki o Tantra - una inmersión completa en ese tipo de entornos seguía siendo un cambio drástico.
A día de hoy, reconozco que (me guste o no) ya formo parte de esas comunidades de alguna manera. Me muevo como pez en el agua entre los dos mundos.
Poco a poco, empecé a habitar San Marcos. Mis rutinas y disciplina seguían intactas. No me permitía “estar de vacaciones” aunque fuese mi tiempo oficial de sabático. Me seguía despertando a las 6.30 de la mañana para practicar Ashtanga (una modalidad de yoga) enfrente del lago o tomar un tuc-tuc y subir correteando por la montaña para llegar a las clases matutinas del Yoga Forest.
Después, elegía un café – de esos de la Hippie Highway – y me iba allí cargada con libretas, libros y laptop. Tenía una lista de cosas que quería hacer en ese viaje: cursos online, libros “útiles” que leer, algún curso presencial y escribir más acerca de mis aprendizajes y procesos. Parecía que me estaba formando para aún-no-sabía-qué. Otra de mis prioridades era seguir descomprimiendo y restaurando mi cuerpo físico, calmar mi sistema nervioso: mucha naturaleza, yin yoga y meditaciones - actividades que en San Marcos estaban al alcance de la mano.
Por las tardes hacía más de esas actividades que me gustan: acroyoga en Eagle Nest y bailes infinitos en la plataforma del Gaia Dance Temple. Lugares que había visto mil veces en Instagram o Youtube y ahora era yo la afortunada que podía visitarlos. Los estaba haciendo míos.
A veces, sorprendía a mi mente intentando catalogar al lugar, a las personas o al ambiente como “too much”. “This is too hippie for me” me decía. ¿A qué me refería exactamente con el término “hippie”? Ni siquiera lo sabía. En Atitlán, muchos de mis juicios internos, seguían saliendo a la luz. Lo que me tocaba era darles voz para poder soltarlos.
Conecté con muchísimas personas; en cafés, en las clases, en terapias o durante los bailes. Me empecé a dar cuenta de que “conectar” es parte de mi sino. Una mirada y saber qué ese alguien tiene un mensaje para ti. Así conocí a la mágica Didi, a la dulce Violeta. Jana. Ricardo. Jimmy. Más nombres y caras que me dejo en el tintero. Y hablar, hablar de otras formas de vida. De otras formas de ver el mundo. Yo apenas estaba saliendo de la caja pero por aquel entonces ya sospechaba que mi vida iba a cambiar radicalmente y que la vida de Ámsterdam no iba a volver. Aquellas conversaciones, sin percibirlo, ya estaban plantando las primeras semillas de los frutos que, a día de hoy, empiezo a recoger.
Disfruté de los cafés y las “pastries” de la cafetería Circles, de papayas que desayunaba cada mañana en el café Ambrosia, el Pad Thai de El Búho que siempre compartía con alguien y los menús de comida guatemalteca de Konojel. Disfruté los baños en el lago y salir a correr por la carretera a Tzununa. Siendo objetivos, disfruté San Marcos. Parecía que me iba adaptando a esa forma de vida.
Pero había algo que no cuajaba. No terminaba de estar cómoda. Vivía constreñida entre soltarme y querer ser productiva. Entre ese fluir y ese “tener que”. Y sinceramente, me cansé. Sentí que ya había explorado el lago lo suficiente.
Una noche, me atrevía publicar un texto más personal en instagram. Decía así:
”Son las 3 am. Llueve. Y otra noche más, no puedo conciliar el sueño.
Por algún motivo, he seguido prolongando mi estancia aquí. Racionalmente este sitio tiene todo lo que buscaba - naturaleza, yoga, baile, cacao y cafés cuquis en cada esquina. Y no me encuentro. Hay momentos en los que siento que ya, que (por fin) empiezo a fluir para enseguida volver a sentirme bloqueada. Y volver a la mente. A planificar. A estructurar mi día. A lo conocido.
No sé si es el lugar que no me permite desplegarme o es que me toca pasar por esto ahora – desenterrar viejos patrones - o es una combinación de todo.
Por esta vez, no voy reflexionar mucho más sobre ello. Lo voy a aceptar como es y simplemente “move on” al siguiente lugar para seguir descubriendo(me)”
Y eso hice. No sobre pensar, no sobre analizar; a la mañana siguiente y sin haber pegado ojo, me dirigí a una de las agencias de viaje de la Hippie Highway y compré un billete combinado de autobús de vuelta a México. Lo tenía claro; mi (segunda) casa me llamaba.
No hice ni la mitad de las cosas que quería hacer en Guatemala: ir a Antigua, visitar Tikal o subir al volcán Acatenango pero eso era parte de mi aprendizaje, dejar ir, hacer solo lo que se siente bien y no forzar. Además, este viaje, era interno.
Julia
P.S: No quería compartir mucho sobre mi estancia en el Lago pero tengo que admitir que una sonrisa ha vuelto a mi cara al escribir estas líneas, una chispa se enciende en mi. Está claro: soy viajera.
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¿Cómo es vuestro proceso de toma de decisiones? ¿qué tipo de decisiones os permitís tomar de manera más emocional y cuales de manera más analítica?
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