A la deriva
Soltar para poder volver, pero ya no se vuelve, solo se continúa - Historias de indulgencia, libertad y disciplina.
Siento que el 2024 ya ha comenzado para mí. Aquí estoy, en un pueblecillo español perdido de la mano de Dios, organizándome con cartulinas, posits, rotuladores, pluma y papel. Mi marcha a Tailandia en un par de meses, me obliga a poner las cosas sobre la mesa; ya. Sin pensar que la navidad y el cierre de año gregoriano están cerca. Lo que viene para mí en los próximos meses es estrategia, planificación, decisiones y volver a asentarme en mi disciplina querida. Lo que viene, es todo aquello que dejé de lado en los últimos 20 meses. Lo dejé, porque necesitaba hacerlo.
Mi viaje de monje nació por mi necesidad de ir aún más hacia dentro, de observarme y de romper estructuras - esas que yo había creado. Durante 15 años, viví embebida en una energía masculina muy fuerte: disciplina, rutinas, horarios, objetivos, metas y reuniones. Esa energía, ese modus operandi, me llevó “lejos” o mejor dicho, me llevó exactamente a donde yo quería llegar: a trabajar en Ámsterdam, a colarme en el Ayuntamiento para tratar temas que me parecían relevantes - innovación urbana, Big Data, inclusión social - a desarrollar los mapas de Walkability, a ser Project Lead de proyectos Europeos, a ser profesora en la Universidad de Ámsterdam, a fundar mi empresa y a poder comprar mi primer nido en el barrio de Oud-West. Estoy demasiado agradecida por aquella década de trabajo constante.
Pero luego…luego tuve que soltar todo eso. No tuve, porque nadie me obligó, solo sentí que tenía que hacerlo. Llegó la hora de quitarse las máscaras. Llegó la hora de ser y dejar de hacer. Tenía que habitar mi energía femenina: sentir emociones, soltar el cuerpo físico, abrirlo, relajarlo. Embelesarme con mis sentidos. Estar en contacto con la tierra. Dejar de vivir en la mente. Vivir en un estado de recreación, creación y deleite sin que tuviese que llegar a nada. Ya había explorado esa energía durante mis últimos años en Ámsterdam, gracias a la danza y a los cursos de Tantra pero quería explorar ese estado del todo; quería irme al otro extremo. Y esos han sido mis últimos 20 meses. Durante ese tiempo, floreció una creatividad desorbitada: la cerámica, continuar con el baile, retomar la pintura, escribir sin cesar, crear talleres de escritura sólo por el puro placer de hacerlo y explorar mi energía Kundalini. Retiros de silencio y de ayuno. Viajar, ser, estar. Esa exploración, también me llevó a conocer mi lado indulgente; a ese “todo vale”, a perder mis rutinas y buenos hábitos, como salir a correr en las mañanas, a meditar dos veces al día y a permitirme desayunar cacao azucarado sin importarme nada más.
Y ¿sabéis? por muy bien que pueda sonar, no fue nada fácil vivir en ese estado. En “Reflexiones de mis 35” me sinceré:
Mirando atrás, reconozco que no ha sido un año fácil. A veces, me he sentido confusa, viviendo en una nebulosa. A veces, a la deriva.
Necesito balance para moverme libre, tal y como Rick Rubin explica en The Creative Act:
Disciplina y libertad van de la mano, la disciplina no es falta de libertad, si no una relación armoniosa con el tiempo. Organizar bien los horarios y los hábitos diarios es un componente necesario para liberar la capacidad creativa.
Y yo, eché -mucho, mucho- de menos mis estructuras. Necesito tener sistemas y disciplina para hacer que las cosas pasen - y que pasen bien - y que sean sostenibles en el tiempo. Un claro ejemplo, es mi práctica de escritura. Llevaba ya un año y medio queriendo publicar mis escritos pero no sabía ni cómo, ni por dónde empezar. Agradezco el archivo de “Notes” que creé hace meses, los captions de Instagram que me permitieron empezar a compartir y el blog que empecé en Wix, pero no fue suficiente como para mantener mi motivación a flote. Substack, en cambio, me ofrece esa estructura: me proporciona la plataforma donde poder compartir y yo creo mi sistema, comprometiéndome a publicar una vez a la semana. Teniendo límites establecidos, ya puedo desbordarme, crear, buscar mi voz y desarrollar los temas sobre los que disfruto escribiendo. Tenemos que ser capaces de crear sistemas y estructuras - que nos funcionen a nosotros - para que nos sostengan cuando la motivación decaiga, que seguro lo hará.
Sucede que cuanto mas instalados estamos en nuestra rutina, más libertad disfrutamos en el interior de esa estructura para expresarnos - Rick Rubin.
Por eso ahora, me ilusiona diseñar más estructuras y sistemas que me permitan seguir creando, manteniendo activos mi compromiso y motivación a medio y largo plazo. Pero, es precisamente ahora, cuando también quiero honrar - y honrar a lo grande - el tiempo de haber estado a la deriva, de haberme permitido estar sin rumbo. Porque, sí, me gusta hacer, crear y colaborar pero tenía que aprender a salirme de ese loop. Tenía que des-identificarme de esa versión de Julia pro-activa y apasionada, porque no es todo lo que soy. Quería comprobar que también puedo sostenerme en “la nada”, en ese “no saber” que Pablo d’Ors describe tan bien en las siguientes líneas:
Cuanto más se observa uno a así mismo, más se desmorona lo que creemos ser y menos sabemos quiénes somos. Hay que mantenerse en esa ignorancia, soportarla, hacerse amigo de ella, aceptar que estamos perdidos y que hemos estado vagando sin rumbo. Posiblemente hemos perdido el tiempo, la vida incluso, pero esas pérdidas nos han conducido hasta dónde ahora estamos.
Sí, lo tengo claro, yo necesitaba perder el rumbo para abrazar con más ganas lo que soy y lo que fui. Para aceptar lo que simplemente, es. Esa Julita disciplinada está volviendo, pero ya no vuelve desde el mismo lugar, ya no me da miedo vivir en esa “ignorancia” que Pablo d’Ors menciona, en ese vagar. He aprendido que soltar y fluir no está reñido con hacer planes o marcarse un rumbo.
No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige.
Comulgo con esta cita de Séneca; hay que jugar con el viento que la vida nos brinda. Yo podría haber seguido a la deriva, dejando que las cosas (me) pasasen. Pero me sienta bien tener un rumbo, una dirección, una mira. Me hace sentir más ligera. Más entregada y más devota.
Estos días, disfruto sentándome para establecer cuáles son mis valores, prioridades, y objetivos y me gusta ordenarlos mes a mes. Me da paz, me siento en paz. Pero no me olvido. No me olvido de lo que aprendí en estos dos últimos años. La vida es caprichosa, tiene su propia lógica y, en ocasiones, nos desviará del rumbo marcado. Por eso, aprendamos a sostenernos un tiempo a la deriva porque es momentánea. Llegará un día en el que pongamos un pie en tierra firme, preparados, de nuevo, para echar a andar. Confía.
Suelta y confía para volver más fuerte, solo que ya no se vuelve, solo se continúa.
Con amor,
Julia❤️
Y tú…¿en qué fase te encuentras? ¿en balance, en una fase más expansiva y creativa o quizá demasiado encorsetado por hábitos y rutinas militares?
¿Te has sentido alguna vez “a la deriva”?¿cómo la has transitado?
Gracias por estar aquí y por compartir tu proceso…como siempre, os leo!
Taller de escritura online para agradecer vuestro apoyo
Me apetece abrir un espacio online para agradecer a los suscriptores de The Journal el cariño y apoyo que recibo semana tras semana. Por eso, el 17 de diciembre (10:30 hora CDMX | 17.30 hora Madrid) ofrezco un taller de escritura online para que revistemos lo ocurrido en el 2023, dejando que lo que necesitamos para el 2024, se desvele solo. Además, quiero poner voz y rostro a las personas que forman parte de esta creciente comunidad❣️
Si ya estás suscrito a The Journal y te quieres apuntar pero aún no sabes como: revisa tu bandeja de entrada. El pasado jueves, 7 de diciembre, envié un email (desde Substack) con un link a Eventbrite para poder registrarse.
Para los nuevos suscriptores: enviaré otro email el próximo jueves para que os podáis registrar.
Ahora sí, me despido 😉Feliz domingo!!
Que valiente eres, esa hermosa relación con la disciplina tan llena de libertad es plenitud!
Gracias por compartir!!!!🤍
Que bonitas las frases de Rick Rubin, tengo muchas ganas de leer ese libro. Éxito en lo que venga!