Ayer fue mi cumpleaños.
Una vuelta al sol que recién termina y otra que recién comienza.
Honestamente, no es la vida que imaginé que llevaría con 35 años porque no es la vida que me enseñaron a vivir. Es, sin duda alguna, mucho mejor. Vivo tranquila, más ligera, más clara y más libre. Estados internos a los que nunca pensé que llegaría de manera tan constante. Creo que en algún punto de mi vida asumí que siempre viviría con una sensación de cierta incomodidad, como si algo no terminase de encajar. Encorsetada hasta cierto punto, tratando de adaptarme a un mundo que no era el mío. Sumida en un torbellino de emociones que me negaba a sentir. Y dejando que la vida simplemente pasase. Eso está cambiando. Todavía hay momentos en los que aparecen pensamientos perturbadores porque no tengo un plan meticulosamente trazado pero me siento más yo que nunca, estoy diseñando mi vida y sacando a una Julia cada día más auténtica de lo más profundo de mi ser.
Los 35 han sido otra locurita de las mías o de varias locuritas, una detrás de otra. Holanda. España. México. Brasil e Islandia. Un año intenso, denso, rico y nutritivo.
Ha sido el año en el que menos cosas he querido tener bajo control. Ahora, mirando atrás, reconozco que no ha sido un año fácil. A veces, me he sentido confusa, viviendo en una nebulosa. A veces, a la deriva. Podría dar la impresión de que me distraje o de que no conseguí todo aquello que tenía en mente. Pero se con certeza que esos eran los planes que la vida tenía para mi este año. Me tocaba seguir experimentando. Alquilar ese estudio de cerámica en Ámsterdam, revivir las antiguas “raves” holandesas, cerrar una relación que ya no se sostenía desde mis 34. Volver a México, aprender a hacer grabados con el querido Knut Pani, decidir quedarme a pasar unos meses en el mágico Tulum. Adentrarme en el mundo del “mindful travel” de la mano de Connecta Viajeros. Lanzar las experiencias de viaje “A tu ritmo”. Empezar a dar sesiones de Kundalini Body Work. Diseñar un retiro de permacultura. Organizar talleres de escritura, porque era algo que venía de dentro, a gritos. Y, por fin, atreverme a revisar, editar y publicar textos que llevaban escritos meses y, aún tímidos, no querían ver la luz. Este año he bailado menos. Pero he pintado más. Varias “soul-connections“ y demasiados amores efímeros para mi gusto. Sin duda, un año con muchas vidas dentro.
A pesar de todo lo anterior, ha sido el año en el que más paz mental he tenido. Quizá demasiada, si es que se puede tener demasiada paz mental. Yo a veces la percibo como una falta de ambición, de motivación, de ganas. No hablo de estar deprimida o cansada, hablo de, literalmente, sentirme como una balsa de aceite; un estado de neutralidad en el que no siento la necesidad de meterme presión o ponerme manos a la obra con algún proyecto para pretender que ”estoy haciendo algo”. Y para una persona como yo, pro-activa y acelerada por naturaleza, sentirse así…ha sido raro. Pero no raro malo. Creo que simplemente estoy transitando hacia otra manera de hacer las cosas. A mi ritmo.
Hasta aquí el resumen de mis 35.
Y acá dejo una recapitulación de mis reflexiones más “raw”, más crudas:
He aprendido que puedo volar y, a la vez, echar raíces
Le he perdido aún más el miedo a salir. A viajar sola. A adentrarme sin saber. He admitido (por fin) que soy un pájaro. Pero eso no significa que tenga miedo a echar raíces. Al contrario. Aprendí que las raíces no atan. Solo me ayudan a darme aquello que necesito, anclándome más en mi verdad.
Soy mi mejor medicina y me he mirado más al espejo
Ya no me da miedo encerrarme o apartarme del mundo. He descubierto la riqueza que existe cuando me marino en mi propio bálsamo. Y me gusta.
No hay miedo de los pensamientos disruptivos ni de las dudas que puedan surgir en el silencio de la soledad. Que sin duda surgen. Al contrario, hay sorpresa hacia todo lo que nace cuando estoy conmigo misma. Este año descubrí nuevas facetas, nuevas voces, nuevas preferencias, algunas que ni sabía que estaban.
Ya no me da miedo pensar que hay gente que se olvidará de mí si no sigo en contacto. Y sí, eso pasará. Pero otros, aquellos pacientes y permisivos, esperarán a que una Julia más renovada y más enraizada en sí misma vuelva a resurgir.
Me gusta mi propia compañía. He aprendido a quererme tanto que ya estoy lista para compartirme desde mi centro. No dejarme llevar.
Lo que más me importa es cómo vivo de puertas para adentro
¿Cómo de plena y presente me siento? ¿estoy tranquila? ¿alegre? ¿cómo son mis conexiones con otras personas? ¿cuánto lleno a la gente que está en mi vida? ¿me escucho? ¿me cuido?
Tengo planes y proyectos sobre la mesa que sé que, con planificación, disciplina y determinación, conseguiré lograr, como ya hice en otros momentos de mi vida. Pero eso son únicamente logros externos. Los 35 me han hecho ver que el reto es lograrlo manteniendo esa calidad interna, si no ¿de qué sirve?
Ya no tengo miedo a reinventarme
He asumido que me seguiré reinventando tantas veces como sea necesario. Ya no necesito poner (tantas) etiquetas, lo cual denota que estoy a gusto. O que acepto lo que es. Sin necesidad de categorizarlo. Me fio de mis emociones cada vez más. Se que esconden sabiduría y certeza y que es seguro confiar en ellas. Me fio de mi intuición y del camino que me apetece seguir, aunque a veces no tenga demasiado sentido.
Le he perdido el miedo a soñar
Porque sí, yo tenía miedo a soñar.
Cuando soñaba mi mente analítica y racional solo buscaba cómo cumplir ese sueño, de una. Eran procesos tan largos y complejos que parecían imposibles de alcanzar, por eso desistía antes de poner un pie en el camino ¿para qué intentarlo? ¿para qué siquiera emprender? Me daba miedo soñar porque solo podía ver el esfuerzo que conllevaría alcanzar ese sueño.
Ahora sueño. Y sueño a lo grande porque sé que todo llega. Mi mente ya no se asusta ni se abruma por mis sueños gigantes. Ahora, me acompaña en este proceso, se ha convertido en mi cómplice y me ayuda a planificar, a marcar objetivos y a tomar acción. Pero paso a paso.
Las creencias limitantes son cada vez más mías. Y más sutiles.
Aún existen barreras. Aún hay pensamientos que buscan empequeñecerme. En temas relacionados con mi capacidad de generar dinero, con mi creatividad, con las relaciones íntimas. Creencias limitantes que, al menos, ya se sienten mías y no implantadas por otros. Cada vez más finas y sutiles y que identifico antes. Y me doy la oportunidad de transfórmalas rápido. O al menos de transformarlas, que ya es un gran paso...
Para estos 36… compromiso y perseverancia
Doy gracias porque en estas últimas semanas con 35 años me he dado el tiempo de revisitar todo lo vivido. Me he ordenado para quedarme con lo que sí es, para acomodar lo que sí es, pero no todavía y descartar lo que sentía como un “no”. Sé que en los meses anteriores planté muchas semillas que ahora veo imposible regar. Pero ahí están. Plantadas. Algunas en un suelo tan fértil que echarán raíces y se elevarán al cielo cuando toque.
Lo que viene ahora es compromiso. Compromiso para conmigo, para con los míos. Compromiso para con lo que y para con quién pueda venir (siempre que se sienta alineado). Pero, sobre todo, compromiso para con esas metas que quiero alcanzar. Ahora sí.
Ahora hay ganas de perseverar. Perseverar con cariño y cuidado en los caminos escogidos, manteniendo el corazón abierto. Por estos 36. Por más apertura, claridad, certezas, creaciones, amor y desviaciones (siempre y cuando sean necesarias) del camino establecido.
Hoy no dejo journal prompt ni preguntas al final de la publicación. Hoy era un compartir. Hoy era un abrirme.
Os abrazo,
Julia
“I hope you will go out and let stories happen to you and that you will work with these stories from your life–not someone else’s life–water them with your blood and tears and your laughter till they bloom, till you yourself burst into bloom. That is the work. The only work.”
– Clarissa Pinkola Estes
Julia! Gracias por tus inspiradoras palabras. Para mi son como un resorte que me impulsa a salir de mi indolencia. Ahora debo reforzar mi compromiso conmigo. Felices 35!
Me ha encantado gracias por compartir cada una de estas palabras, son tan tuyas!!! no sé cómo lo haces pero siempre que te leo consigues encender todas esas luces que habitan en mí y que sola no me atrevo a mirarlas y esto es porque siento tu voz como al lado mía pero lo más flipante es que siento tu voz y también siento la mía. A veces hablan sin encontrarse pero escuchándose la una a la otra dejándose llevar la una por la otra y esto es lo que lo hace aún más mágico porque viajo a tu mundo a través de tus experiencias y cuando regreso al mío lo siento más expandido.