El próximo 4 de febrero me marcho a Tailandia.
No tengo billete de vuelta o de ida a ningún otro lugar. Planeo volver a México a finales de abril para instalarme unos meses en CDMX. Mi cabeza me dice que dejé demasiadas puertas abiertas allí y que “debería” retomar esos hilos. Sí, México siempre me apetece, pero ahora, lo único que sé, es que me voy a Tailandia. Y me voy con el corazón abierto y la cabeza levantada, mirando al horizonte sin saber muy bien qué hay en él. Creo que este es mi Viaje de Monje 2, sin ni siquiera planearlo.
Este es el tercer viaje “gordo” que emprendo desde que dejé mi vida – asentada y convencional - en Ámsterdam hace dos años. Para este tercer viaje, buscaba irme acompañada. No quería empezar sola de nuevo. Esta vez tengo una estrategia más definida de lo que quiero hacer en los próximos meses: seguir escribiendo, planificar mi contenido en Substack, organizar talleres de escritura online, continuar con mis acompañamientos 1:1 y con las sesiones de Kundalini. Estoy abierta a las desviaciones que puedan surgir, aunque espero que no sean demasiadas. Ya conté en “Reflexiones de mis 35” como este último año flui demasiado a ojos de mi mente planificadora, por eso, ahora no quiero improvisar tanto. Intenté planear este viaje con amigos (semi-nómadas) que he ido conociendo en estos dos últimos años para que el comienzo fuese más natural, pero nada ha cuajado. El destino, la vida, el universo, Dios o el campo unificado me hablaron claro: “te toca irte sola de nuevo”. Lo acepto. Así que, allá voy. No voy con ansia de conocer, voy con ganas de asentarme y cumplir con las prioridades mencionadas. Koh Phangan y Pai son los dos únicos lugares en mi lista. Sé que quiero calma y para mí, irme sola a cualquier lugar nuevo e “integrarme” es ya aventura suficiente. Gozo el slow-traveling, explorando lenta y a mi ritmo.
Compré el billete el pasado 21 de noviembre, hace apenas dos semanas. Tenía un voucher de KLM que caducaba ese día. El tiempo previo a tomar esta decisión no fue fácil. No lo tenía claro; ni la fecha, ni el destino. Pero ese día, las señales me llegaron despejadas y al estar ya de cuenta atrás, no me planteé pros y contras. ¿Tailandia? Pues sí, Tailandia. México habría sido más fácil porque ya tengo gente allí y habría evitado ese irme sola de nuevo. Pero una certeza interna inexplicable me hizo comprar un vuelo Ámsterdam-Koh Samui para el 4 de febrero.
Hace dos semanas, no entendía porqué surgió ese destino. Ahora, 12 días después, lo entiendo más; hay otra versión mía lista para ser habitada y esa versión me pide que me vaya lejos. Muy lejos. Porque, de alguna manera, Latinoamérica ya se siente casa. Aterrizar en el aeropuerto de Benito Juárez o en Cancún se siente como aterrizar en Barajas o Schiphol y una sonrisa se dibuja en mi cara porque respiro hogar. Sin embargo, lo que ocurre cuando llego a mis lugares conocidos, es que vuelvo a los patrones y conductas que solía habitar en ellos y, muy sutilmente, me dejo envolver por sus hábitos, sus costumbres y sus maneras de hacer y de pensar. Igualmente, disfruto volviendo a los sitios de siempre para observar cómo mis moldes están cada vez más abiertos y deconstruidos; cada vez soy (más) yo, independientemente del lugar. Es bonito observar el crecimiento cuando se vuelve a nuestra referencia, ahí puedo medir el cambio, la expansión.
Tailandia es página en blanco. Otra oportunidad para la (auto)observación fuera de contexto y condicionamiento conocido – como digo, otro Viaje de Monje 2. Me alejo porque quiero tomar distancia (de nuevo). Voy para transformarme en esa otra nueva versión. Voy a embeberme en Pachamama. No busco nada estrafalario: bañarme en ríos y en el mar, andar descalza y abrazar árboles. Silencio. Así de simple. Además, vivir allí me cuesta menos que en Europa y México. Y el componente aventura, que necesito queda satisfecho.
El tema de las huidas hacia delante me ha acompañado toda mi vida. Después de 9 meses en la península de Yucatán y de conocer mi Tzolkin maya, aprendí que parte de mi energía, impronta (y encanto) es activar, iniciar, crear y conectar. Yo activo y me muevo. Las enseñanzas y vivencias vienen conmigo al siguiente lugar y las comparto con aquellos que encuentro en el camino. Es así de simple. Mi manera de construir no es quedándome, es moviéndome. Desde que recibí esa información, la he ido integrando y aceptando, aunque no es fácil asumir que lo de asentarse no va conmigo.
Llegué a este entendimiento el pasado junio. Estaba en la laguna de Sian Ka’an – lugar conocido como el “origen del cielo” - cuando algo hizo clic. El atardecer había sido mágico, un portal a otra dimensión. Después de una travesía en kayak, los chicos decidieron acampar cerca de la laguna, pero yo me aventé de vuelta al pueblo. Iba sola en mi diminuta “Baby Blue” - mi motito de Italika - cruzando la selva por caminos empedrados. Sorteando los baches de esa senda sin pavimentar. La piel de la cara tirante por el sol que había recibido durante el atardecer. Era tarde, ya noche cerrada. Y yo sonreía. La luna, las estrellas, la brisa, las hojas seseantes de los árboles. No había miedo, sólo vida.
Esa noche, al llegar a casa, escribí. Escribí sincera, con menos culpa y con más aceptación. Con menos cuestionamiento acerca de quién soy o de lo que quiero.
No me canso. No me canso de explorar, de salir, de ir y de venir. Durante mucho tiempo me sentí culpable por ser tan movida, por tener ganas de más. Pero este mundo es demasiado mágico como para quedarme en casa. Mi alma decidió venir a esta tierra a gozarla. A descubrir. A conectar. A sentir cada soplo de viento, a disfrutar de atardeceres multicolor y de zambullidas en ríos.
Y al mismo tiempo, entre exploración y exploración y con el paso de los años, necesito más calma, descanso, lentitud, silencio, introspección…Otra manera de nutrirme, otra manera de conectar; conmigo misma y desde adentro.
Y en ese balance me encuentro. Calma y tempestad. Quietud y movimiento. Y en esa dualidad, mi vida.
Explorar, aprender y descubrir (me), me dan la vida. Necesito de todo: aquí en España estoy bajando revoluciones. Necesitaba cobijo y abrazar el otoño. Busquemos la sabiduría que llevamos dentro. Sabiduría para leer y aceptar nuestros ciclos. Quienes somos, quienes seremos. Aprender a leernos, y leernos bien, es un arte.
Creo que fue Ana Albiol, de Chapita de V.I.D.A., quien escribió estas líneas “para ser libre no hay que huir o no parar de moverte. Para ser libre basta con decidir que, pase lo que pase, vas a seguir lo que dice tu corazón”
Y en mi caso, mi corazón me pide movimiento. Por eso sé que no huyo; salgo a encontrarme.
Con amor,
Julia
Journal prompt
¿Cuál es tu opinión y postura acerca de esas huidas hacia delante? ¿Sientes que huir podría ser uno de tus mecanismos de defensa?
¡Os leo! ❤️
Gracias por vuestras contribuciones y por compartir vuestros escritos en comentarios. Me expanden🌱
PS: Todo son fases. Quizá – y seguramente- en un tiempo, con otras capas quitadas y descompuestas, necesite parar o incluso afirme que huyo. Pero eso es futuro. Y sea lo que sea, estará bien. Todo es parte del camino.
Como lo compartí en la note, brotaron lagrimas en mi. Por aquí quiero compartir que me he encontrado pensando en esto b-a-s-t-a-n-t-e.
Mañana sale mi vuelo a Toronto. Voy por una semana tan solo, pero una parte de mi decía "Es diciembre, momento de estar en quietud y descansar en mi hogar". Pero otra parte de mi, una muy muy autentica, después de haber escrito mi carta de hace un par de semanas de "Toronto" dice: "Vuelve, vuelve, porque hoy eres diferente y hoy puedes ir a ese invierno extremo y hacer las paces con el. Sin forzar, sin rechazar, tan solo ir con esta intención de Slow Travel, sin expectativas, sin presión, ve a conocerte, a pasar tiempo sola y a encontrarte con quien se deje encontrar, pero sobre todo ve a abrazar a la Clau de hace 3 inviernos que aun sigue asustada, ve ahi." Y bueno, me voy. Te abrazo y deseo que tu viaje a Tailandia este lleno de magia!!!! Si vienes a Mexico, a conocernos!
Huí junto a ti en cada letra. A veces las soledades son aparentes, porque a través de ellas, también estamos contigo, compartiendo el viaje, explorando a través de ti, nuevos sentidos. Hui hoy contigo y aprendí que esta forma de huir de la mejor forma de darle la cara a la verdad, a esa verdad que vive en ti y se quiere mostrar. Qué bonita forma de desenmascararse. Te hace caminar tan lejos para llegar a ti mismo. ❤️