Si tuviese que escoger la herramienta más relevante en mi camino de búsqueda hacia una expresión más auténtica, sería, sin duda alguna, la escritura o el “journaling”. Las otras prácticas -el yoga, la meditación, la danza, los rituales, terapias alternativas o el trabajo energético - también fueron (y son) clave, pero llegaron más tarde o no me acompañan de una manera tan constante como la escritura.
La escritura me ayudó a salir del cascarón; me permitió empezar a liberar mi esencia, ayudándome a detectar todas esas capas de condicionamiento que la cubrían. A través de la escritura, conseguí suavizar reacciones que, de otro modo, habrían resultado demasiado impulsivas. Me permitió identificar emociones, mirarlas de frente y ser capaz de sentarme con ellas. Escribir me regaló el placer de conocerme, de entender a mi mente, de no tenerme miedo. Me enseñó a estar conmigo misma, en paz. Me da el permiso de ser yo, con todo lo que eso implica.
Escribir a mano, me permitió además, empezar a bajar la energía de la mente al cuerpo, disminuyendo el ritmo, a menudo desenfrenado, de mis pensamientos. Escribir con boli y papel exige encontrar un acompañamiento acompasado entre nuestro cuerpo, por lo general más pausado, y nuestra mente, generalmente más acelerada. Escribir a mano requiere de escucha mutua.
Esos cuadernos llenos de tinta y garabatos fueron la primera aparición de una “creación física” en mi etapa adulta. En años posteriores, siguió el dibujo y la ilustración, la cerámica y la encuadernación. Pero la primera práctica que me ayudó a soltar y desentumecer mis manos fue ese escribir con “lápiz y papel”.
Ámsterdam, algún día de noviembre de 2016
En ese momento, mi vida estaba excesivamente patas arriba. Crisis existencial y demasiadas crisis externas.
La terapia con la psicóloga se me quedaba corta. Salir a correr y las clases puntuales de yoga no eran suficiente. Mi estado mental empezó a afectar mi relación con las personas que más quería. Y la pérdida de luz natural, característica de los inviernos en Holanda, no me ayudaba. Llegué a mi límite.
Necesitaba tomar riendas en el asunto, ese asunto que era mi vida. Una tarde en la que mil pensamientos aturdían mi mente, tomé un cuaderno de tapas amarillas de papel maché, con detalles en azul, atado por una cuerda de cáñamo de color tostado. Un cuaderno hecho a mano, especial, que mi madre me había traído de no sé dónde. Era tan único, que no me planteaba utilizarlo. Pero era el único que tenía por casa y así, sin más, esa tarde, empecé a escribir. Frases sueltas, párrafos entrecortados. Tímida, al encontrarme de repente con mi voz (o mis voces) sobre el papel en blanco. Al darme espacio para exponer lo que tenía que decir, esa voz, se calmó. Lo que quedó expuesto, todo aquello que en mi cabeza parecía tan abrumador, dejó de serlo.
Desde ese momento, seguí presentándome (aún tímida) ante el papel. No lo hacía cada día, sólo cuando los pensamientos se volvían a desbocar.
Con los meses, esa práctica se convirtió en costumbre. En alivio. En descompresión. Escribía a diario antes de irme a dormir. Revisitaba mis días, me hacía preguntas.
Después de un tiempo, empecé a releer lo que había escrito meses atrás. Me leía, (algo) avergonzada, para descubrir que aún me resultaba difícil ser honesta al 100% conmigo misma. Noté como medía mis palabras y como me justificaba por tener pensamientos incómodos. Enmascaraba situaciones. Me sujetaba, como si me diese miedo escribir todo lo que sentía. Por aquel entonces, aún no era consciente de que el papel nunca juzga, los que (nos) juzgamos, somos nosotros.
Poco a poco, empecé a practicar lo que se conoce como “honestidad brutal”: escribía dando rienda suelta a todo lo que llegaba a mi mente, sin filtros. Me conocí. O empecé a conocerme.
Perdí el miedo a las páginas en blanco, perdí el miedo a dejarme ser.
Mi práctica de escritura ha ido evolucionando conmigo. Con los años, fui explorando e incorporando distintas técnicas: las famosas “morning pages” propuestas por Dorothea Brande o Julia Cameron, escribir en “stream of consciousness”, hacer listas de intenciones, afirmaciones y agradecimiento, “active journaling” basado en hacer preguntas específicas e ir profundizando sobre la marcha, night “check-ins”…Las posibilidades del “journaling” son infinitas.
Así fue cómo (re)tomé las riendas de mi vida, con algo sencillo, a mi alcance. La escritura fue esa oportunidad de dar voz a mi mente porque a la mente, hay que escucharla, mimarla y acompañarla.
Tulum, algún día de junio de 2023
Era una tarde de domingo. Estaba en la azotea con Jacky, conversábamos. Jacky me estaba ayudando con esto de traer mi marca personal a tierra, un mundo demasiado nuevo para mí. La temperatura era tibia, había brisa. El cielo estaba mágico, atardeceres de otro planeta.
Jacky me miró: “tú vas a organizar talleres de escritura. Lo sé”. Lo dijo como si fuese algo muy obvio aunque hasta ese momento no habíamos hablado de ello como parte de mis servicios. Pero nada más escuchar aquellas palabras, algo hizo “click”. Otro “inner knowing”, otra certeza interna que se escapaba a mi racionalidad y a mis planes.
Era hora de compartir “mi medicina”. Sin dobleces.
Dicho y hecho: todo se desplegó para que unas semanas después, estuviese organizando talleres de escritura en Cara Feliz, la cafetería-librería por excelencia de Tulum. La inspiración llegaba tan a raudales que supe que un sólo taller no sería suficiente. Y aquí estoy, en Ciudad Real, en este otoño de 2023, preparando una segunda ola.
El objetivo de estos talleres no es escribir para entretener o embelesar a un lector hipotético. El lector eres tú y lo que importa es que lo que escribes sea medicina, relajo, cura, expansión y sueño para ti.
Por eso yo sigo así.
Y por ahora, no tengo intención ninguna de soltar esta práctica😉
Este fue mi proceso personal, el cual comparto con amor, pero lo que realmente espero es que algo de lo que aquí escribo, pueda inspirarte o apoyarte en el tuyo.
Y a vosotros…¿os gusta escribir?.
¿Cómo creéis que la escritura os podría ayudar en vuestro día a día, si no lo está haciendo ya? ¿Cúal es el mensaje que más ha resonado con vosotros de esta publicación?
Os leo! Como sabéis, me encanta conocer vuestro punto de vista…
Un beso y feliz día.
Julia
PS: No considero que sean “talleres de escritura” como tal. Son talleres de “journaling”. La palabra “journaling” se traduce literalmente por llevar un diario, así que, un nombre más apropiado sería el de “talleres para (aprender) a llevar un diario”. Aquí dejo el link para esos curiosos e interesados que quieran inscribirse este otoño🤗
Te leo entre lágrimas, conmovida, identificada. Te leo y admiro. Te leo y te veo y me veo. La foto me deja sin palabras. Te abrazo Julia bella. ❤️
Belleza leer esto. La escritura también también ha sido la medicina para mi. Las hojas en blanco han sido el escenario para que mi corazón hable y darle paz a la mente. Me da tanto gusto saber que compartas con mas personas esta pasión y que seas luz para personas que aun no han descubierto lo poderoso que es la escritura.