Llevo una semana en España.
Esta transición está siendo dulce, natural y fácil. Como un… ‘Ay, ayer estaba allí, entre palmeras, practicando yoga frente al mar y buscando un co-working para concentrarme en esta isla de efervescencia constante y…hoy estoy aquí: en el corazón de La Mancha, viendo golondrinas revolotear sobre tejados y amaneceres naranjas, trabajando en el silencio de mi antigua habitación y con mi gato Leo enroscándose en mis piernas’ Y, aunque distinto, todo es lo mismo porque todo se siente igual. Soy más consciente que nunca de que lo único que juega un rol en nuestras vidas es nuestro paisaje interno, nuestra manera particular de percibir y de mirar al mundo.
Las dos veces anteriores, cuando volví de México después de varios meses allí, no me sentía como si ‘nada hubiese pasado’. El cambio de entorno vino acompañado de muchos pensamientos, conclusiones precipitadas y altibajos emocionales. Sentía que había mucho por procesar. Esta vez, he procesado más rápido; he ido captando y absorbiendo las lecciones del día a día allí, en Tailandia y ahora lo que me queda de resaca es agradecimiento por lo que ese país y la Isla de Cristal, Koh Phangan, me han regalado.
Aunque ahora no me sienta emocionalmente inestable, me gusta cuidar las transiciones porque de alguna manera, después de cambios, quiebres o rupturas es más fácil sentirse vulnerable. He cuidado con quién pasar mi tiempo y las actividades que realizar. Lo que he buscado esta semana son esos momentos de anclaje. De anclaje conmigo porque así, aunque todo mi entorno cambie tan drásticamente como ahora, no me siento perdida o desubicada. La semana pasada lo escribí claro ‘no se siente como vuelta porque ya no hay una versión de Julia a la que volver’. Lo que hay son sólo momentos, momentos conmigo.
Lo que vengo a compartir hoy es breve: quiero invitarte a buscar y a definir aquello que te ancla.
¿Qué es lo que te hace sentir ‘más tú’ independientemente de las circunstancias externas?
A mi lo que me ancla son esas actividades que me devuelven a mi centro y a las que puedo acceder fácil y libremente: escribir, dibujar, bailar, pasear, escuchar música o un podcast que me resulte familiar, la risa con alguien cercano - o la risa en sí - jugar con Leo, leer (subrayando y tomando notas), beber café cuando amanece y practicar yoga.
Pero hoy quiero compartir algo más que también me ancla, algo que no depende del lugar, ni del clima, ni de tener compañía: llorar. Sí, llorar. Lo sé, puede que no suene apasionante. Pero pausar para permitir el llanto, me ancla. Hay momentos en los que todo se siente como demasiado. Un batiburrillo de emociones, un cuerpo agitado por diversas sensaciones y una mente atorada que salta de un pensamiento a otro rápidamente. Sé que en esos momentos, lo que mi sistema me está pidiendo - a gritos - es que pare y que sienta.
Lloro para limpiar y para soltar lo que necesita salir, sin buscar explicaciones de su causa. Recuerdo que antes, cada vez que lloraba, intentaba calmarme en seguida y me susurraba a mi misma ‘tranquila, tranquila que todo está bien’ o buscaba explicaciones lógicas que explicasen el porqué de mi llanto. Pero a veces, no hay un motivo. A veces, es solo energía residual que busca ser liberada, sobre todo cuando estamos pasando por grandes cambios o nos sentimos bajo presión. Llorar es esa válvula de escape de fácil acceso.
Ahora ya no cuestiono mi llanto; lo vivo. Lo siento en mi cuerpo, dejo que mi voz salga y que el nudo en la garganta se disipe. Y generalmente, al cabo de unos minutos…llega la calma. Y la gratitud, gratitud por permitirme hacerlo porque después del llanto vuelvo a sentirme anclada: cuerpo sereno y mente plácida como después de un paseo de una hora o una sesión de baile o una práctica de yoga. Sí, a veces atravesar eso que creemos incómodo y aceptarlo tal y como viene es el camino más rápido para volver a nosotros mismos.
Y a ti…¿qué es lo que te ancla?
Te leo.
Con amor💛
Julia
Qué placer leerte! Yo, que lloro antes las cosas más peregrinas. Qué lloro por situaciones y escenarios inconfesables. Que lloro sin que nadie me vea, y en la más absoluta intimidad, por si acaso me interpelan y me tachan de ñoña... Qué gusto leer lo que escribes... El llanto es sanador, es terapia, y es una forma fácil y dulce de erradicar, o de rebajar tristezas y angustias. Qué placer tan grande leerte!
Necesitaba leerte ❤️ ayy mi Ju, cada vez tus palabras “en amor dan” más. ❤️