No siempre hace falta perderse para encontrarse. A veces, sólo es cuestión de ir adentro.
Divagaciones sobre la atención, el enfoque y el Yoga.
A veces, no necesitamos perdernos ni desviarnos del rumbo. A veces, solo necesitamos una pausa para recalibrar, para cambiar de perspectiva, para arraigarnos más en lo que queremos o para observar lo que quiere ser expresado a través de nosotros. Esas pausas no suponen un escape o una desconexión simplemente son otra formar de conectar con nosotros mismos aunque de cara al exterior pueda parecer que nos ‘borramos del mundo’
Jueves, 11 de abril de 2024
La alarma de mi teléfono suena a las 5.15 am. Vuelvo a necesitar alarma porque no estoy acostumbrada a despertarme tan temprano, no todavía. Es el cuarto día del curso de Yoga Teacher Training y ya estoy molida, lo siento en cada músculo de mi cuerpo y eso que apenas acabamos de empezar.
Me doy una ducha rápida para despejarme y salgo al balcón de mi bungalow a recibir el sol. Mi casita apunta al este esta vez. Los primeros colores asoman detrás de la montaña que hay enfrente y el rugido ensordecedor de grillos comienza; es uno de los sonidos característicos de Koh Phangan. Después de apreciar esa sinfonía de sonido y color, me dirijo a la Shala de Yoga para comenzar con la sesión de meditación a las 6.00.
Estos momentos en las mañanas me hacen falta para ‘atemperarme’, para estar conmigo, antes de que todo lo demás comience.
A mediodía, decido buscar un café cercano durante la única hora de descanso que tenemos en el día. Quiero empezar a escribir. Sólo requiero que el café tenga aire acondicionado - solía rechazar los lugares con aire acondicionado y ahora parece que no puedo vivir sin él. El calor en Koh Phangan está siendo abrasador, hay una humedad del 90% que me asfixia. Las clases, tanto las teóricas como las físicas, se me hacen cuesta arriba: o bien me adormezco o bien termino embadurnada en una capa de sudor, como recién salida de la ducha. Me paso el día bebiendo electrolitos y agua de coco por miedo a deshidratarme.
Voy cargando con mi portátil y es en ese café donde empiezo a escribir estas líneas. Hay una parte de mí que quiere seguir publicando cada domingo en Substack. Y hay otra parte que sabe que no va a ocurrir; esa parte sabe que necesito darme este mes en blanco. Ese fue el pacto conmigo misma y lo que comuniqué en mi último artículo del 7 de abril. Sé, intuyo, que este mes es para otra cosa que aún no consigo vislumbrar: ¿será para desconectarme? ¿para perderme? ¿para abrirme a nuevas ideas? ¿para dejar de ‘micromanage’ y dejar de intentar mantener todo controlado? Desde que me lancé a la aventura de emprender hace unos meses, se activó un chip que me incita a querer tener todo bajo control. Siento que, en parte, este curso de yoga es una invitación de la vida a soltar esa necesidad; una invitación a tomar un paso atrás o al margen y dejar Substack y mis otros quehaceres cocinándose a su amor.
Miércoles, 8 de mayo de 2024
Retomo aquellas líneas vagas y difusas que empecé a escribir en aquel café ese 11 de abril.
El curso de yoga terminó hace dos días. No publiqué. Me di el tiempo y sé que hice bien. Ha sido intenso. Nueve horas de clases diarias - incluyendo cuatro horas de práctica física - seis días a la semana. No hay mejor manera de acallar a la mente para volver a escuchar al cuerpo. La única opción era seguir presentándose cada día a las 6 am en la ‘matt’ de yoga y aceptar con cariño el estado en el que me encontraba en cada momento. A pesar del calor, a pesar del cansancio.
¿Ha sido lo que esperaba?
Sinceramente, fui al curso sin expectativas, no sabía qué esperar, sólo tenía una intención clara: profundizar mi práctica. Sí, en mi mente visualizaba practicar ‘headstands’ o ‘crow poses’ pero estas semanas han sido de todo menos para perfeccionar mis posturas. Han sido para ir adentro: ahondar en mi práctica de meditación y comprobar que, efectivamente, sí que había andado muy mental en los últimos meses. Había días en los que me costaba mucho calmar la mente y conectar con el cuerpo, me costaba entrar en estados profundos de absorción para perderme en la inmensidad de lo que soy. Estas semanas han ido de aprender a controlar mi respiración, de retenerla, de sentir el aire (la energía, el Prana) correteando por mi cuerpo, de mantenerla ‘fija’en puntos específicos y sentir su expansión al relajarlos. Estas semanas han sido para alcanzar nuevos niveles de sensibilidad.
Recuerdo la primera clase de filosofía del Yoga el lunes 8 de abril: ‘Yoga es una práctica, un camino, un conjunto de herramientas que buscan llevarnos a la liberación. ¿Liberarnos de qué? Del sufrimiento. Del sufrimiento provocado por el condicionamiento mental y emocional’. Los cimientos para poder experimentar esa liberación radican en ser capaces de ‘masterizar’ nuestra atención e ir perfeccionado nuestra capacidad de concentración: ¿sabes en cada momento dónde está tu atención? ¿eres capaz de dirigirla hacia dónde quieres? ¿eres capaz de mantener esa presencia, ese dominio de ti ante las circunstancias y estímulos externos?
La práctica de yoga, todas esas técnicas de meditación, de respiración o de mantener la misma postura varios minutos no buscan más que invitarnos a practicar en la ‘matt’ cómo se siente tener nuestra atención enfocada, para luego, poder salir al terreno de juego y ponerlo realmente en práctica. Sí, puedes desconectarte un mes o el tiempo que quieras para practicar, para ‘borrarte’, y eso puede traerte respuestas y claridad pero, en algún momento, hay que volver a la cancha, volver a exponerse y volver a medirse - con uno mismo.
¿Qué ha cambiado para mí en estas semanas? Todo y nada. Sigo siendo Julia, mi prioridad sigue siendo la misma que antes de empezar el curso: mi proyecto. Pero este curso ha venido a recordarme la dirección a seguir: tanto con mi empresa - la membresía de Release Yourself y los programas externos - como con mi práctica personal.
Así que no, este mes no fue para perderme, ni para desconectarme. Este mes fue para reencontrame, recordar el porqué y preguntarme también ¿por qué no? más segura de mi, permitiéndome experimentar un poco más. Sin miedo (o con menos miedo). Me he borrado sin borrarme; presente conmigo y mi proceso.
Y después de esta journey interna, he decidido que me quedo un poco más de tiempo en Tailandia. Tenía ya el billete para volver a España el 10 de mayo pero no, no toca. Otra certeza interna. Aplacé la fecha y me fui en un viaje exprés de 24 horas a Myanmar a extender mi visa. Tailandia… este país va lento conmigo o yo voy lenta con él. Es un amor sosegado. Sienta bien estar aquí y se que aún hay cosas que quiere ofrecerme…
Por ahora, sólo quiero compartir que sienta bien estar de vuelta por aquí.
Con amor,
Julia💛
PS:
Gracias a esas nuevas caras que han llegado a ‘The Journal’ durante este último mes y a las que se van uniendo a Release Yourself, la membresía en Substack. Este mes presento el tema de Auto-sabotaje: mi perspectiva, experiencia y cómo lo he ido (y estoy) trabajando. El artículo sale el 20 de mayo y el taller es el 6 de junio a las 19:30 CEST.
Pronto anunciaré las fechas (en junio) del siguiente programa de journaling, serán tres sesiones dedicadas a indagar el tema de relaciones y lazos personales✨
Hola, Julia. Maravillosa carta, me ha encantado. No llevo demasiado tiempo siguiéndote y me ha llamado la atención lo que comentas de journaling (relaciones y lazos personales) ¿es un curso? Me interesa y es de esas veces que sin tener mucha más información ha resonado conmigo. Gracias de antemano!
Jo, es que Tailandia, Bali y todo el sudeste asiático es mucha tela para el alma. Tu texto me ha despertado las ganas de sacar billetes.
Disfruta mucho y ánimo con el curso.